El camino a la elección presidencial estadounidense del próximo año tiene como protagonistas a un gorila en la habitación (mi columna de la semana pasada, Parte I, sobre la candidatura del Presidente Joe Biden), un caballo negro y un rinoceronte gris. En ciencia política, un rinoceronte gris es una amenaza previsible, a la vista y de gran impacto, sobre todo si no es confrontada a tiempo, y está emparentado tanto con el gorila en la habitación (algo evidente que todos ven menos quienes están en esa habitación) como con el improbable caballo negro.

Aunque tanto Biden como Donald Trump son impopulares, Estados Unidos parece resignado a una repetición rancia de la contienda de 2020. El disruptor más probable (o menos inverosímil) de ese escenario en este momento es la candidatura de Nikki Haley a la nominación Republicana. La ex gobernadora de Carolina del Sur no es moderada, como a veces se le etiqueta simplona y erróneamente; todo el mundo parece moderado en comparación a Trump. Pero dado lo que describía en mi columna anterior sobre las vulnerabilidades de Biden, Haley paradójicamente tendría perspectivas notablemente mejores de derrotar al presidente, dado que tanto votantes Republicanos moderados como independientes repelidos por la agenda, discurso y personalidad deleznables -y peligrosas- de Trump, seguramente votarían por ella. Su problema es que Trump sigue siendo por mucho el favorito para llevarse la nominación. No solo tiene copada la banda-ancha política del partido y controla a sus sectores más extremos -y más motivados- sino que sólo el 37 por ciento de los Republicanos registrados dicen no apoyar el movimiento MAGA del ex mandatario.

No obstante, los momios en contra de una sorpresa por parte de Haley no son tan cuesta arriba como parece a primera vista. Es ágil y mordaz, mientras que el otro contendiente Republicano con peso, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, es como una motosierra con megáfono. El desempeño de Haley en los debates la ha apuntalado en las encuestas, y mientras ésta coge tracción, DeSantis va en caída libre. Y el dinero ya no es un problema. Hace una semana el grupo de activismo político fondeado por el multibillonario Charles Koch respaldó a Haley. En los últimos días, ella ha ido acrecentando su apoyo cara al arranque de la primera ronda de primarias, mientras que él ha apostado todas sus fichas a las asambleas electorales (caucus) de Iowa que marcan el inicio de la temporada de primarias. Haley, por otro lado, ha hilado hábilmente la aguja entre la base dura MAGA y los votantes Republicanos opuestos a Trump. En el primer debate Republicano, levantó la mano cuando se preguntó a los precandidatos si respaldarían a Trump en caso de que fuera el nominado. También dijo que perdonaría a Trump si llegase a ser presidenta. Y afirmó que usaría la fuerza unilateral en México para confrontar el trasiego de fentanilo. Esto le da, ante el voto de extrema derecha, un barniz de plausibilidad a su afirmación de ser “trumpiana sin el caos”.

Si bien Trump está dominando en Iowa y aún va al frente en la siguiente primaria que es New Hampshire, Haley ha absorbido gran parte del nada despreciable voto Republicano anti-Trump en el estado y se ha convertido en la principal alternativa allí. Entre los principales candidatos, Haley obtiene las mejores calificaciones al ser percibida como “agradable” y “razonable” y está casi a la par de Trump en cuanto a estar “preparada”, algo notable considerando que éste ya ocupó la presidencia. El que Trump -impulsado por resentimientos y agravios fétidos- haya doblado su apuesta extremista prometiendo “retribución” a sus contrincantes y deshumanizando con un discurso hitleriano a migrantes y rivales, de paso creando la mayor amenaza a la cohesión de la nación desde la Guerra Civil, podría generarle anticuerpos importantes entre los votantes conservadores -más no radicales- de New Hampshire.

En julio, el promedio de encuestas de RealClearPolitics mostró que Trump lideraba en New Hampshire con el 44 por ciento; DeSantis tenía alrededor del 18 por ciento de apoyo y Haley alrededor del 4 por ciento. Hoy, Haley tiene 19 por ciento y DeSantis 8 por ciento, contra el 46 por ciento de Trump. Iowa presenta un panorama y escenario algo diferente. Hay pocas encuestas recientes confiables sobre el caucus de Iowa. La que tiende a ser más veraz es la del Des Moines Register y NBC News. En octubre, esta encuesta mostraba a Haley y DeSantis empatados con un 16 por ciento, por detrás del 43 por ciento de Trump. Pero para llegar ahí, Haley subió diez puntos porcentuales en los dos meses anteriores, mientras que DeSantis cayó ocho. Y los sondeos realizados desde entonces por otras encuestadoras han mostrado que Haley ya supera a DeSantis en el estado. Sin embargo, y a pesar de atraer una enorme atención mediática en cada ciclo electoral, los resultados de los caucus de Iowa suelen ser malos indicadores del futuro en las recientes contiendas primarias Republicanas. Los ganadores de 2008 (Mike Huckabee), 2012 (Rick Santorum) y 2016 (Ted Cruz) no lograron ganar la nominación. Trump podría romper esa racha con una victoria en el caucus el próximo mes como primer paso para consolidar su nominación con relativa rapidez. La pregunta ahora es si Iowa será un predictor preciso o inexacto de quién se consolida para convertirse en principal rival de Trump. Un sólido segundo puesto de Haley en Iowa (15 de enero) le serrucharía el piso a DeSantis, ya que él ha apostado todo en Iowa y ella está mucho mejor posicionada en New Hampshire, que celebra sus elecciones primarias justo después (23 de enero) de Iowa. Tradicionalmente, muchos residentes de Iowa no sintonizan las  precampañas hast las últimas semanas, e históricamente las actitudes hacia candidatos han cambiado -y dramáticamente- en los días previos al caucus. Con un debate programado para el 10 de enero, cinco días antes del caucus, con la probabilidad de que Trump de nuevo se salte el debate y con dudas sobre si los otros precandidatos cumplirán con los requisitos para participar, éste podría convertirse en el primer encuentro cara a cara entre Haley y DeSantis. Eso, por las razones expuestas arriba, podría beneficiar a Haley.

La narrativa a nivel nacional de una Haley en ascenso ha energizado su campaña y ahora está atrayendo multitudes considerables a sus discursos. Pero el momento crítico llegará en las primarias del llamado súper martes el 4 de marzo. El súper martes es cuando Trump tendría la expectativa de amarrar la nominación. Si eso no ocurre, quedaría gravemente herido. En esa coyuntura, Haley le recordaría a muchos Republicanos que está mejor posicionada a nivel nacional para derrotar a Biden por un margen mayor que Trump. Haley para ese momento también tendría de su lado el rosario de procesos criminales que éste enfrenta. Es concebible que Trump sea condenado penalmente antes de las elecciones generales. El día anterior al súper martes es el día inaugural del juicio a Trump en Washington por el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. A esto le seguirá inmediatamente el juicio en Nueva York por el pago de dinero a cambio del silencio de una estrella porno. Los otros dos, en Florida, por los documentos clasificados sustraídos ilegalmente de la Casa Blanca al término de su mandato, y en Georgia, por su intento de anular el resultado presidencial estatal, podrían comenzar en cualquier momento de la campaña. La agenda legal de Trump estará tan apretada que tendrá poco tiempo para participar en sus mítines. Sus presiones monetarias también aumentarán. Haley, además de más banda-ancha para hacer campaña, tendría margen para ofrecerle a Trump, su ex jefe (fue su Representante Permanente ante la ONU), un acuerdo por medio del cual él se retiraría de la contienda a cambio de un perdón presidencial si ella gana.

Este es, en resumen, su camino -difícil pero no implausible- hacia el gran premio que sería la nominación presidencial del GOP. Esto deja a los Demócratas ante una paradoja y en una disyuntiva incómoda: temer la repetición de una contienda presidencial con Trump, más apretada y en circunstancias políticas y personales de Biden distintas a las de 2020, y al mismo tiempo tener motivos para apostar por que los votantes estadounidenses tengan que volver a escoger entre elegir a uno u otro. Por eso, el arranque de las primarias en Iowa posiblemente ofrezca pistas sobre si Trump enfrentará alguna competencia seria al interior del GOP en lo que ha sido una marcha constante hacia la nominación, una crónica de una candidatura anunciada.

Consultor internacional, diplomático de carrera durante 23 años y embajador de México

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